Oí este nombre hace unos años y admito que me gustó bastante. Pero hace poco leí que tenía una leyenda, la cual es un poco parecida a la de Píramo y Tisbe (mito griego).
Cuenta que hace muchos años, décadas o siglos incluso, una joven japonesa de mirada inquieta llamada Sakura, fue casada con un muchacho, Makoto, que sólo conocía de un par de semanas, a los veinte años para la unión de ambas familias. Ésta nunca le amó, pero cuando le llegó la hora de partir a la guerra ella entristeció porque no quería estar sola. Su marido le regaló un pequeño cerezo diciéndole que cuando floreciese él ya estaría devuelta. Pero pasaron semanas, meses, años y él no volvió.
Un día, un joven llegó al pueblo y al ver el cerezo le pidió a Sakura si podía ser su jardinero. Ésta desde el primer instante en el que lo vio se quedó cautivada en su mirada, sin poder gesticular más palabras que "no tengo mucho con lo que pagarte, pero puedo ofrecerte comida, aparte de un pequeño sueldo, si es que precisas mucho del trabajo”. Setsu, el muchacho, aceptó, y a la mañana siguiente se puso a trabajar duramente en el jardín.
Pasaron mucho tiempo juntos y finamente se enamoraron, pasando así la mejor primavera de sus vidas. Se complementaban muchísimo y Sakura amaba a Setsu como nunca antes había amado a alguien. Pero una tarde, vieron como un caballo paraba en el patio de su casa, y como un hombre alto y robusto se acercaba a ellos, Makoto había regresado de la guerra. Al descubrir el engaño de su mujer sacó su espada e hizo un río de sangre que tardó horas en desaparecer bajo la tierra.
Pasó el otoño y las flores blancas del cerezo cayeron, y a continuación el invierno congeló las ramas, pero al llegar la primavera las flores volvieron a renacer, pero no eran blancas como en primaveras anteriores, sino rosas. Makoto quedó prendado del color de éstas, de tal modo que decidió no talar el árbol y mantenerlo en su jardín.
Cuenta la leyenda, que a partir de que el amor de Sakura y Setsu fuera culminado frente al majestuoso cerezo, éste que había vivido el romane a sus pies, absorbió tristemente el amor de éstos mediante sus raíces, y comenzó a tornar sus flores rosas para mantener vivo su espíritu, y que Sakura y Setsu vivieran eternamente su amor.
“Dado que las flores del cerezo caen tras una breve floración, se han convertido sin duda en el icono de la belleza efímera de la vida"